Hábitat
-Ni este viento es el mismo, ni mis fuerzas las de antes, pero con ayuda de Paloma, todavía me defiendo por estas montañas- dice Perete al asistente social. Su mano temblorosa se apoya sobre la enorme cabeza de Paloma, un mastín de ochenta kilos, que mira al lavadero donde, a falta de coladas, beben las ovejas.
-No iré con usted a ninguna residencia. Esta es mi casa… ¡ía! ¡ía!-
Cencerros. Las ovejas entran al corral.
Campanas. Marcan las nueve.
Chicharras. De retirada.
La mirada de Paloma, clavada en el asistente
Un gesto de Perete, sería suficiente.
El asistente se despide.
Perete y Paloma entran en casa.
-No iré con usted a ninguna residencia. Esta es mi casa… ¡ía! ¡ía!-
Cencerros. Las ovejas entran al corral.
Campanas. Marcan las nueve.
Chicharras. De retirada.
La mirada de Paloma, clavada en el asistente
Un gesto de Perete, sería suficiente.
El asistente se despide.
Perete y Paloma entran en casa.
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