Cuando las musas dicen adiós
Su tiempo también pasó, como el de la vieja Olivetti con la que escribe. Sus libros ya no son portada, ni adornan los escaparates de las librerías más prestigiosas de la ciudad. Pero no lo acepta, no para de escribir y de invocarme.
Este año ya ha subido tres veces a la cabaña de Ordesa y ha vuelto a fumar aunque se lo niegue a sus hijos. Una copa de vino, un buen puro y a esperar mi inspiración, con el folio en blanco como en los viejos tiempos.
Lástima que una, a estas alturas, sólo esté para pintores y a poder ser, abstractos.
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